La tradición nipona no solo se refleja sus costumbres milenarias, también en la dieta japonesa. El secreto está en que las madres por años han aplicado un método, conocido como ichiju-sansai (una sopa y tres platos). La razón por la que esto llama la atención, es porque los alimentos seleccionados, serían los responsables de ayudar a los niños a controlar sus emociones, desarrollando mayor autocontrol, empatía y además de que logren concentrarse mejor.
¿Qué es el ichiju-sansai?
Su nombre significa literalmente “una sopa y tres platos” y trata de un menú tradicional japonés que incluye:
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Una sopa, generalmente de miso fermentado.
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Un plato principal, con proteínas como pescado o tofu.
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Dos acompañamientos de verduras, algas o encurtidos.
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Además de arroz como base.
Este equilibrio no solo garantiza variedad de nutrientes, sino que también inculca hábitos de alimentación consciente desde los primeros años.
Los primeros 1.000 días: la clave japonesa
En Japón, la crianza pone especial énfasis en la alimentación durante los primeros 1.000 días de vida, etapa crítica para el desarrollo cerebral.
La combinación de miso fermentado, pescados pequeños y vegetales fermentados entrega nutrientes que impactan directamente en la maduración emocional.
Los expertos sostienen que lo que en Occidente se considera “normal” —berrinches, hiperactividad o problemas de concentración— muchas veces son síntomas de cerebros desnutridos, sin dejar de lado que para la cultura japonesa estos comportamientos son mal vistos.
Beneficios en los niños
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Mejoran la atención y el aprendizaje.
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Tienen mayor equilibrio emocional y menos estallidos de rabia.
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Desarrollan una relación positiva con los alimentos al probar sabores variados.
El contraste con Occidente
Mientras la dieta japonesa privilegia lo natural y fermentado, en Occidente abundan los ultraprocesados, azúcares y frituras.
Además, en Japón los niños pequeños tienen un acceso muy limitado a pantallas: pasan más tiempo leyendo, explorando la naturaleza o jugando en silencio. La concentración, dicen, no se hereda, se entrena.
¿Se puede aplicar fuera de Japón?
No se trata de copiar al pie de la letra el menú japonés, pero si de inspirarse en sus principios a través de pequeños cambios en los hábitos de los niños y porque no, adultos:
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Incorporar fermentados como kéfir, chucrut o kimchi.
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Consumir pescados pequeños como sardinas, jurel o leguado.
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Aumentar la variedad de vegetales en cada comida.
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Reducir ultraprocesados y azúcar refinada.
Cuando las altas exigencias contravienen el cuidado emocional
Japón es admirado por su disciplina, sus tradiciones sanas y sus hábitos que nutren cuerpo y mente desde edades tempranas. Sin embargo, ese mismo contexto de excelencia y exigencia está mostrando un lado menos visible, que pone en tensión los logros emocionales alcanzados a través de prácticas como el ichiju-sansai.
El choque entre crianza emocionalmente sana y la presión social
El ichiju-sansai, con su énfasis en nutrición, variedad, fermentados, hábitos familiares, etc., ayuda a sentar bases fuertes: mejores conexiones afectivas, regulaciones emocionales tempranas, relaciones familiares más sanas. Pero esas bases corren el riesgo de verse socavadas por factores externos:
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Fuerte presión educativa: exámenes, expectativas de ingreso universitario, comparaciones sociales.
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Normas culturales rígidas sobre éxito, disciplina y cumplimiento que pueden generar ansiedad.
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Uso limitado de pantallas y exposición a nuevos tipos de estrés (redes sociales, aislamiento digital) que amplifican emociones sin el entrenamiento adecuado para manejarlas.
¿Qué significa esto para una crianza equilibrada?
No basta con buenos hábitos nutricionales ni con rutinas de mesa saludables. Para que esos logros emocionales perduren, se necesitan:
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Espacios de escucha activa: que los niños puedan expresar sus emociones sin juicio.
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Menos vigilancia de resultados académicos como medida de éxito individual.
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Apoyo psicológico accesible en escuelas y comunidades.
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Cultura familiar que reconozca el valor de la imperfección, los errores y el descanso emocional.
El ichiju-sansai no es una moda, sino una forma de ver la alimentación como parte integral del desarrollo emocional y social de los niños. Una tradición que podría inspirar a familias a nutrir cuerpo y mente, pero debe ser acompañado por espacios de escucha, menor presión académica y cultivar la autoestima y contar con redes de apoyo psicológico.
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