El impacto de las redes sociales en los niños se ha convertido en un tema clave para padres, educadores y especialistas en salud mental. En un mundo donde las pantallas y las conexiones en línea dominan la rutina diaria, los menores de edad no son inmunes: su desarrollo, autoestima y habilidades de aprendizaje están bajo el lente de la ciencia y la sociedad.
¿Cómo afectan las redes sociales el crecimiento y la autoestima infantil?
Desde el momento en que los niños se vinculan a plataformas como YouTube, TikTok o Instagram, comienzan a operar múltiples dinámicas que influyen directa o indirectamente en su desarrollo emocional. Estudios internacionales señalan que el uso intensivo de redes sociales puede generar sentimientos de comparación constante, presión por la imagen corporal y necesidad de validación externa.
En Chile, los datos también llaman la atención: un estudio reveló que el 55 % de los niños ya tiene perfil en redes sociales, mientras que muchos padres desconocen lo que sus hijos publican. Este escenario abre preguntas importantes: ¿cómo puede un niño procesar “me gusta”, filtros y contenido viral sin una estructura emocional sólida?
Además, el uso prolongado de pantallas está vinculado a trastornos del sueño, menor atención en las salas de clases y un desempeño académico deficiente. Según la encuesta “Radiografía Digital de Niños, Niñas y Adolescentes”, un 24 % de los encuestados afirma haber sido víctima o promotor de ciberacoso.
Aprendizaje y desarrollo cognitivo: ¿beneficio o riesgo?
Las redes sociales también pueden funcionar como herramientas educativas: permiten acceso a información, comunicación instantánea y nuevas formas de aprender. No obstante, el desafío está en equilibrar el tiempo de exposición y el tipo de contenido consumido.
Según un análisis chileno, el 96 % de los niños entre 8 y 17 años las usa para entretenimiento, y más de un 30 % navega cuatro o más horas diarias en fines de semana. En ese contexto, la distracción constante, los algoritmos que priorizan contenido viral y la menor supervisión pueden afectar su capacidad de concentración, memorización y reflexión crítica.
Por ello, especialistas señalan que el verdadero problema no es solo “estar en redes”, sino qué se consume, durante cuánto tiempo y con qué guía familiar o escolar. Es clave fomentar hábitos como pausas tecnológicas, conversación sobre contenidos y selección crítica de plataformas, además de la supervisión.
Panorama en Chile: cifras, preocupaciones y brechas
El panorama chileno arroja luz sobre una realidad mixta: por un lado, el acceso digital se ha democratizado; por otro, la supervisión y educación digital están rezagadas. Un estudio de la UC, la U. Católica de Valparaíso y la U. de Chile muestra que, en 2016, el 80 % de los niños y jóvenes ya navegaba en redes sociales y juegos en línea.
Expertos indican que si bien tras la pandemia se redujo el tiempo de conexión diaria, persisten riesgos como el ciberacoso, el consumo de contenido inapropiado y la exposición sin filtros. La clave en Chile, dicen analistas, es avanzar hacia una educación digital integral que aborde ética, uso seguro y habilidades críticas desde edades tempranas.
Recomendaciones para padres, educadores y niños
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Limitar el tiempo de redes sociales según edad y establecer franjas sin pantallas.
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Supervisar y conversar sobre lo que los niños consumen online: filtros, imagen corporal, amistades virtuales.
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Incentivar actividades fuera de línea: lectura, juegos analógicos, deportes, conversación familiar.
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Fomentar el pensamiento crítico: enseñar a cuestionar lo que ven, identificar desinformación y reaccionar ante el acoso.
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Coordinar con el colegio y los profesores para integrar educación digital y emocional dentro de las actividades.
El impacto de las redes sociales en los niños no es solo un asunto de consumo; es una revolución silenciosa en cómo crecen, aprenden y se ven a sí mismos. Con acceso cada vez más temprano, la generación digital enfrenta riesgos concretos pero también oportunidades: si se acompañan con supervisión, educación y diálogo, las redes pueden ser plataformas de crecimiento. Si se abandonan sin guía, pueden convertirse en trampolín de inseguridades, desinformación y aislamiento.
En Chile, los datos muestran que el desafío está en avanzar de la conexión masiva a la conexión consciente. Y en ese camino, la familia, la escuela y la sociedad tienen un rol decisivo para que los niños no solo usen las redes, sino que crezcan sanos, seguros y con capacidad crítica.
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