Cada vez son más las mujeres que deciden optar por una maternidad postergada. Lo que antes parecía una excepción, hoy se ha convertido en tendencia en distintos países del mundo, incluido Chile. El promedio de edad para tener el primer hijo ya no está en los 20, sino pasados los 30, y en muchos casos, incluso después de los 35 años.
La decisión, que responde tanto a motivos personales como sociales y económicos, ha abierto un debate: ¿qué consecuencias tiene retrasar el embarazo? ¿Qué herramientas ofrece la medicina para acompañar esta decisión?
¿Qué significa postergar la maternidad?
Hasta hace algunas décadas, ser madre en la veintena era lo habitual, pues el «reloj biológico» nos indicaba que era el mejor momento. Sin embargo, los últimos años han marcado un cambio profundo: la maternidad se vive más tarde y en contextos distintos.
Expertos explican que la maternidad postergada puede ser voluntaria, ligada a proyectos personales, estudios o metas profesionales, o bien involuntaria, debido a factores como la falta de pareja estable o problemas de fertilidad.
Los motivos más comunes
El fenómeno se explica por una combinación de factores:
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Profesionales y académicos: el acceso a la educación y al mercado laboral ha hecho que muchas mujeres prioricen su desarrollo antes de pensar en hijos.
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Económicos: la crianza se asocia a altos costos, desde el embarazo hasta la educación.
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Sociales y culturales: los roles de género cambiaron y cada vez es más aceptado que la maternidad no sea un destino obligado.
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Personales: algunas mujeres simplemente deciden que la maternidad no es una prioridad.
Riesgos y efectos en la salud
La biología sigue marcando un límite: después de los 35 años, la fertilidad femenina disminuye notablemente. También aumentan las probabilidades de complicaciones en el embarazo, como hipertensión, diabetes gestacional o partos prematuros.
Otro punto clave es el riesgo de alteraciones cromosómicas, como el síndrome de Down, que incrementa con la edad. Sin embargo, gracias a los avances en medicina reproductiva, cada vez es más posible llevar un embarazo saludable incluso después de los 40, siempre con un estricto seguimiento médico.
Congelación de óvulos: una alternativa en crecimiento
Ante estos desafíos, la congelación de óvulos se ha convertido en una alternativa cada vez más demandada. El procedimiento permite preservar óvulos en el momento de mayor fertilidad —idealmente antes de los 35 años— para ser usados posteriormente mediante técnicas de reproducción asistida.
Si bien no garantiza un embarazo seguro, mejora significativamente las probabilidades de éxito cuando se intenta más adelante. El tema también ha generado debate, ya que empresas como Google o Apple ofrecen este beneficio a sus trabajadoras, lo que abre la discusión sobre si se trata de un apoyo real o una forma de presión para retrasar la maternidad en favor de la carrera laboral.
Un fenómeno con impacto social y cultural
La maternidad tardía se ha convertido en un fenómeno social complejo que va más allá de las decisiones individuales. También refleja las transformaciones culturales que atraviesan las sociedades modernas. Mientras en países más tradicionales persiste la presión por tener hijos a edades tempranas, en otras regiones, especialmente en Europa y Norteamérica, postergar la maternidad se ha instalado como algo completamente normal.
Este cambio ha dado paso a nuevos modelos de familia, con padres de mayor edad y con un desafío creciente en el ámbito de las políticas públicas: desde garantizar el acceso a tratamientos de fertilidad hasta fortalecer las medidas de conciliación laboral y familiar.
Al mismo tiempo, la maternidad tardía cuestiona los roles de género tradicionales y las expectativas culturales en torno a la figura de la “buena madre”. Cada vez más mujeres anteponen los estudios, la estabilidad económica y el desarrollo personal antes de asumir la crianza. Así, se abre paso la idea de que la maternidad y la paternidad no constituyen una obligación, sino una elección legítima dentro de un proyecto de vida diverso.
La maternidad postergada es un reflejo de nuestro tiempo: más libertad para decidir, más acceso a la información y más alternativas tecnológicas para acompañar el proceso. No obstante, también implica riesgos que deben considerarse.
La clave está en informarse bien, tomar decisiones conscientes y contar con apoyo médico y social, de manera que cada mujer pueda decidir cuándo y cómo ser madre, si así lo desea.
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