Gabriel Boric en Japón

«Me crie viendo Dragon Ball»: críticas a Boric por hablar de animé en Japón durante gira oficial

Durante su reciente visita oficial a Japón, el presidente Gabriel Boric fue objeto de críticas en redes sociales por hacer una confesión aparentemente simple: creció viendo animé. Pero detrás de esa declaración, que algunos consideraron “frívola” o poco diplomática, se esconde un vínculo cultural profundo y una de las herramientas más efectivas del poder blando japonés.

En el marco del Encuentro Empresarial Chile-Japón, realizado como parte de su gira por la Expo Osaka 2025, Boric abordó los temas esperables: cooperación económica, inversión y comercio bilateral. Pero también hizo una pausa para compartir algo personal. “Cuando iba en el colegio, me crie viendo Capitán Tsubasa, siguiendo a Akira Toriyama con Dragon Ball, no podía perderme un capítulo de Caballeros del Zodíaco y jugaba con los antiguos disquettes, Pokémon Yellow. Imagínense”, dijo el mandatario.

De inmediato, surgieron las reacciones. En X  algunos usuarios lo acusaron de banalizar la instancia con referencias a su infancia y al animé, mientras que otros criticaron directamente a este género, minimizando su valor dentro de la cultura japonesa. Pero lo cierto es que Boric,  puso sobre la mesa uno de los elementos culturales más potentes de Japón: su industria del entretenimiento.

¿Frivolidad o una lectura acertada de Boric?

El animé no es solo “monitos chinos”, como muchos lo han llamado con desdén en más de una conversación informal. Es una industria global que genera miles de millones de dólares cada año, influencia la moda, el turismo, el diseño y hasta la política, y forma parte de la identidad contemporánea de Japón. De hecho, es un pilar de la estrategia de diplomacia cultural que el país impulsa desde hace décadas.

Durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, Goku fue nombrado embajador cultural junto a otros íconos del animé. ¿La misión? Atraer a audiencias jóvenes internacionales. No es casualidad. Japón reconoce en su cultura pop una herramienta con la que ha logrado posicionarse globalmente más allá de sus productos tecnológicos o automotrices.

Incluso a nivel político, hay gestos elocuentes. En 2018, Shigeru Ishiba —actual primer ministro japonés— inauguró un museo en honor a Dragon Ball Z vestido como Majin Boo. ¿Exageración? No. Es reflejo del orgullo que genera una cultura que ha conquistado el mundo desde la pantalla y la imaginación.

Un motor económico y cultural

El impacto del animé no solo es simbólico: es concreto. En 2022, se estimó que los sectores del manga, animé y videojuegos generaron más de 30 mil millones de dólares. Y esa cifra no es casual. Zonas como Akihabara, el Museo Ghibli o el Gundam de 18 metros en Yokohama reciben miles de visitantes cada día, dinamizando economías locales y exportando una imagen moderna y creativa de Japón.

Con la estrategia Cool Japan, implementada desde 2013, el gobierno japonés ha impulsado sus industrias creativas como parte de su política exterior. Moda, gastronomía, animé, videojuegos, cosmética y turismo se presentan como una red interconectada que proyecta influencia sin necesidad de recurrir a la fuerza o la confrontación.

Y Latinoamérica… ¿qué pinta en todo esto?

Mucho. Latinoamérica, y Chile en particular, es una de las regiones con mayor fanaticada del animé. Basta pensar en generaciones enteras marcadas por la transmisión de Dragon Ball, Sailor Moon o Naruto en canales nacionales. El mercado hispanohablante es tan relevante que estudios japoneses han incorporado doblajes, eventos regionales y licencias exclusivas para llegar a este público.

Por eso, lo dicho por Boric no es solo una anécdota de infancia. Es una forma de tender puentes desde lo emocional y lo cotidiano hacia una comprensión más profunda de la cultura japonesa. Porque sí: Goku también es diplomacia.

Y aunque para algunos suene trivial, entender que el animé puede ser tan influyente como un tratado comercial es, en realidad, leer correctamente los signos culturales de nuestro tiempo.

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